jueves, 31 de diciembre de 2009

Deseos para el 2010

Amigos, no iba a ser yo menos, así que aquí me tenéis, cursilona como la que más (o el que más), y dispuesta a compartir con vosotros y a haceros extensibles mis deseos para este año:


1er deseo: uno típico y tópico, lo sé, pero no por eso menos necesario: salud, dinero y amor. Que ninguna de las tres variables flaqueen nunca, ni para mí ni para todos a los que quiero, ni para todos a los que no.

2º deseo: que este año me dure más que el anterior. Este deseo nunca se cumple a pesar de que lo pido dos veces por año, una en diciembre con las uvas y otra en marzo apagando velas. Más lo pido y más rápido me pasa el tiempo. Aun así, insisto: dejar de tener la sensación de que el tiempo se me escurre entre los dedos.

3er deseo: no perder la ilusión en las pequeñas cosas ni en las grandes, ni las ganas de aprender, ni las de sorprender, ni las de reír, ni la creatividad, ni los sueños.

4º deseo: fortaleza y flexibilidad para capear tempestades.

5º deseo: No dar nunca nada por supuesto ni por perdido. No rendirme jamás.

6º y último: Suerte. Esencial, necesaria e imprescindible en todo.



Feliz 2010 a todos y gracias por estar ahí.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Risoterapia


Me encanta reír. Y cuando digo reír, no hablo de una media sonrisa forzada, de un lánguido y falso amago de mostrar los dientes, sin sentimiento ni intensidad. No. A mí lo que me gusta es llorar de risa, reír hasta ahogarme, reír hasta temer que me explote el cuerpo. Una risa primitiva, instintiva, visceral. De esa clase de risa incontrolable que no entiende de momentos apropiados ni de nada. Llega. Llega sin más, y se autoalimenta de la represión. Es decir, cuanto más intentes sofocarla pensando que está mal, más te vas a reír. De la clase de risa que te hace quedar fatal. Vamos, lo que viene siendo partirse la caja. Si me pudierais ver, ahora estoy haciendo el gesto del que se parte, dándome golpes en el pecho con mi mano derecha.
A mí me pasa mucho. Me ha pasado desde siempre. Recuerdo que ya en el colegio con mi amiga Maria lo pasaba fatal con la monja de matemáticas. La pobre mujer sufría de un estrabismo muy severo, y cuando decía “tú, a la pizarra”, siempre había dos que se levantaban. A ver, es que tiene gracia. Aunque imagino que para la monja tener un ojo mirando pa’ Cuenca no era gracioso. Y que dos niñatas se rieran de ella, era una crueldad. Porque es cierto que en los ataques de risa de los que hablo hay siempre un punto de crueldad. ¿O no es acaso cruel reírse de aquel cantante entregado en la puesta en escena de su último single, aquel que se deja la piel por su público, y al que, al dar unos pequeños pasos de fantasía, como podría pasarle a cualquiera, da un pequeño traspiés y cae del escenario? ¿No es acaso cruel?



No nos engañemos, medio mundo se ríe del otro medio, es inevitable.
Yo a veces me río sola, bueno, muchas veces, la verdad. Pero reconozco que reírse en solitario no tiene tanta gracia. (Paradoja). Es mucho más gratificante hacerlo en compañía. Las risas de uno alimentan a las del otro, y viceversa.
Así que siendo ésta una actividad barata, gratificante, para la que tengo cierta predisposición y que me gusta, pues he pensado, por qué no, una vez más, que podría profesionalizarlo. He estado mirando cursos de formadores en risoterapia, y pinta bien. Además, a partir de enero voy a tener las tardes libres, y aparte de escribir, también podría impartir alguna tarde clases en el centro de mi hermana.
Para empezar a ver de qué va la cosa, he mirado algunas páginas de internet. En una de ellas proponían la siguiente actividad: “Túmbate en un sofá boca arriba, y empieza a decir en voz alta: jajajajajajaja, jejejejejeje, jijijijijijiji, jojojojojoj, jujujujuju y así sin parar hasta que te rías de verdad”. Bueno, pues lo he hecho y me ha funcionado. No sé si será porque me he parecido ridícula a mí misma o porque aun tengo frescos en la memoria los pasos de fantasía de Juan Gabriel… pero el caso es que me he reído, y me ha gustado el experimento.
Voy a seguir investigando al respecto, y ya os contaré si al final me decido. Igual os interesa partiros la caja conmigo en alguna de mis futuras clases.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Laugh now


jueves, 12 de noviembre de 2009

Palabras odiosas I

No sé si esto me pasa sólo a mí, pero hay palabras y expresiones que me dan mucha rabia. No quiere decir que no las utilice, que muchas veces las utilizo precisamente por eso.

Vamos a ver, una que no soporto es “deleite”, me da una rabia tremenda como suena. Es cursi, se hace una pasta en boca cuando se dice. Y si no haced la prueba, decidla varias veces en voz alta: “deleite”, “deleite”, “deleite”.
Otra expresión que me da rabia es “en efecto”. Y ésta la utilizo con frecuencia en mis relatos, porque es amor-odio lo que siento por ella. Alguien que dice “en efecto” te da la razón pero quedando por encima, no sé si me explico. Además, en mi mente, alguien que dice “en efecto” lleva necesariamente unas gafas de pasta estilo años 80 que se le resbalan y sube constantemente con el dedo corazón, haciendo una mueca con la boca para ayudarse. También existe la variante “efectivamente”, y la verdad, no sé cuál es peor.
Otra palabra: “Caballa”. No me digáis que no es horrible la palabra “caballa”. Y “Margarina”, que da rabia porque se queda a medias entre margarita y mandarina, sin ser ni una cosa ni la otra.
Una más: “confitura”, es odiosa por lo fina que es, y eso que las palabras que terminan en “ura” me suelen gustar bastante.
Y para finalizar una nueva que he añadido recientemente al repertorio gracias a un amigo bloguero al que le gusta utilizarla en sus relatos: Ajonjolí. No sabía ni lo que era, pero ha entrado con fuerza en el ranking. Da rabia, y mucha.

Y por hoy no se me ocurre ninguna más, aunque os aseguro que hay un montón. En cuanto vayan surgiendo me las iré apuntando, y crearé un segundo post. Si hay algún rarito/a al que le pase lo mismo que a mí, me encantará que aporte sus palabras para crear entre todos un glosario.

martes, 10 de noviembre de 2009

Mis mil vocaciones


Ayer me acordé de la época en que quise ser pastelera. Hará cosa de unos cinco años me apunté a un taller de repostería y ahí encontré mi vocación. Panellets, brazos de gitano, flanes, magdalenas esponjosas grandes y pequeñas, torteles de fruta…nada se me resistía. Mi casa olía siempre a vainilla, hablé con pasteleros profesionales que me aconsejaron y me compré todo tipo de herramientas para llevar a cabo mi recién descubierta vocación. Tanto empeño le puse y tanta fue la energía que gasté, que pronto mis pasteles no tuvieron nada que envidiarle a los profesionales.
Un día, sin más, dejé de hacerlos. No podría decir cuándo ni porqué, pero perdí el interés. Primero empecé a espaciar la producción limitándola a un pastel dominical que llevaba a casa de mis padres, después lo dejé tan solo para las ocasiones especiales, y más tarde ni eso. Mi padre aun recuerda con añoranza aquella etapa de mi vida.
En realidad no es que mi energía se agotara, es que se transformó. La danza oriental fue la responsable. Inicié un curso de danza del vientre, y ya en la primera clase supe que yo había nacido para bailar. Se me daba estupendamente, mi flexibilidad me ayudaba a mover las caderas y descubrí que existían movimientos que de entrada parecían imposibles: los camellos, los infinitos, pronto ningún paso de la danza oriental me fue ajeno. Ensayaba todas las tardes, llenaba el comedor de velas e incienso, y al sensual ritmo de habibis de los CD’s que me bajé de Internet, desarrollé mi gran pasión. Estuve en Turquía y me compré pañuelos con monedas de todos los colores, miré escuelas en Barcelona donde formarme con las mejores profesoras recién aterrizadas de Egipto.
Un día como otro, se me quitaron las ganas. Sí, me sigue gustando bailar, es verdad que lo sigo haciendo, pero ya no ensayo nunca en casa, ni la danza oriental es mi vida.
En otra época me dio por la guitarra, pero aquí tengo que reconocer que si desistí no fue porque un día como otro me cansara. No. Aquí reconozco que si no seguí es porque realmente se me daba mal. Con mucho esfuerzo aprendí a tocar la bamba, y se acabó, ese fue todo el éxito que alcancé en mi etapa guitarrera, y eso que también le puse ganas e interés.
Me entra la risa cuando pienso en todas las cosas que he pensado que podría hacer, como cuando me dio por esculpir figuras con barro. Esculpí con mis manitas todos los animales que puede haber en una granja: un cerdo, un caballo, una oveja, una cabra, un perro… y después se los regalé a mi familia, que un poco desconcertados con mi iniciativa, aceptaron mis obras de arte con una sonrisilla que no supe cómo interpretar. Yo me quedé con un cerdo que parecía un perro salchicha al que llamé Floncho, y en una mudanza lo perdí o me lo perdieron, no sé. Pobre Floncho.
En fin, que no es de extrañar que al principio muchos pensaran que esto de la escritura era un nuevo pasatiempo temporal. Algo en lo que empezaría con mucha fuerza para después deshincharme. Insistí en que no, en que yo siempre había escrito aunque sólo fuera para mí. Insistí en que era lo único que se había mantenido constante a lo largo de los años, pero nadie me creyó. Ahora me toca demostrarlo y en eso estoy. Porque esta vez sí estoy segura. Ésta sí es mi verdadera y única y realizante y maravillosa vocación.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Cuento Atrás


Muchos ya lo sabéis, pero para los que no, tengo el placer de anunciaros que el viernes 6 de noviembre a las 19.00 horas se va a presentar en el Àmbit Cultural del Corte Inglés del Portal del Àngel (Barcelona) la antología de relatos del Aula de Escritores “Cuento Atrás”, donde aparecerán publicados dos de mis relatos.
Para los que queráis saber más del libro y sus autores, se ha creado una página web donde se encuentran todas las novedades que se van produciendo alrededor del libro, y un apartado destinado a la biografía de los autores, entre ellos yo. (jeje, qué ilusión me hace! Sonia Ramírez, por si tenéis curiosidad).
La página web del libro:
http://www.cuentoatras.com/
Os podéis hacer fans en facebook, podéis pasar esta dirección a todos vuestros amigos, conocidos, primos, padres, hermanos, maridos, mujeres, vecinos, al peluquero de la esquina, al zapatero remendón y al taxista de turno. A cualquiera. A ver si así conseguimos entre todos que el libro se venda como rosquillas, se haga una segunda edición y una tercera y una décima; se decida la traducción a 45 idiomas y se convierta inmediatamente en un bestseller mundial colapsando todas las librerías, entre ellas las de la China y las de Uzbekistán.
Y ahora me despierto ya, que no son horas éstas para estar soñando.
Un besito a todos!

martes, 15 de septiembre de 2009

Soy un corazón tendido al sol

Aunque soy un pobre diablo
casi siempre digo la verdad
como fuego abrasador
siempre quise ser el que no soy.
No transcurre el tiempo junto a ti
no existe el reloj, no tiene sentido entre tú y yo.

Aunque soy un pobre diablo
se despierta el día y echo a andar
invencible de moral
qué difícil es buscar la paz
convivir venciendo a los demás
nuestra sociedad es un buen proyecto para el mal.

Dejo sangre en el papel
y todo lo que escribo al día siguiente rompería
si no fuera porque creo en ti
a pesar de todo tú me haces vivir
me haces escribir dejando el rastro de mi alma
y cada verso es un jirón de piel.
Soy un corazón tendido al sol.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Pájaros en la cabeza




Su mundo eran las nubes y se alimentaba de sueños. Etérea como el aire, los pájaros que habitaban en su cabeza la sujetaban con sus preciosas alas de colores e impedían su caída.
“Pon los pies en la tierra, ya tienes edad” solía escuchar.
Pero ella intuía que en el suelo se perdía la capacidad de imaginar. Intuía que una vez en la tierra, todo se volvería demasiado definitivo, sus sueños se diluirían hasta convertirse en grises y monótonas realidades.
“Nunca pondré los pies en la tierra” sentenció. “Seguiré en mis nubes, imaginando mundos de colores y durmiendo en lechos fabricados con algodón de azúcar”.

Poco podía imaginar entonces que acabaría enamorada de un árbol grande y hermoso. Un árbol seguro, bien plantado, de grandes raíces y enorme corazón.
Ella intentó llevárselo al terreno de los sueños, pero sus enormes raíces se lo impidieron.
Él intentó que ella pusiera los pies en la tierra, pero sus pájaros se negaron.
Y entonces lloraron juntos por la impotencia de no poder mostrarse el uno al otro lo que cada uno consideraba la mejor manera de vivir.

Un día, desesperada, buscó una escopeta y con lágrimas en los ojos expulsó de su cabeza a todos y cada uno de sus hermosos pájaros, precipitándose acto seguido y con violencia al vacío.
Cerró los ojos y esperó el golpe que la asentaría en un suelo duro y terrible.
Sin embargo, las ramas de su árbol amortiguaron la caída y sus hojas la acunaron hasta depositarla suavemente en una tierra fértil y afrutada. Cambió el algodón de azúcar por flores de manzanilla, y las nubes por césped recién cortado.
Y sonrió y gritó de alegría, cuando al mirar al cielo comprobó que sus pájaros seguían vivos, tan vivos como siempre pero ocupados ahora en proyectos nuevos y además reales.

Y entonces se abrazó a su árbol y descalza se revolcó en la tierra. Y decidió que a aquel cambio le llamaría madurar.

martes, 4 de agosto de 2009

Vivir en un pueblo llamado Polla, o el arte de dormir 18 horas al día


Cuando finalmente, después de un largo y tortuoso camino, uno aterriza en un pequeño y meridional pueblo italiano situado en lo alto de una montaña amarilla, uno no tarda en percibir en el aire un aroma peculiar. Hay quién dice que es a romero, otros que a orégano, a albahaca o a guindilla secándose al sol, y para la gran mayoría se trata tan solo de polvo y flor de calabacín rebozada.  Hoy sé que ninguna de estas respuestas se acerca a la realidad. Hoy, por fin, después de siete veranos con sus siete respectivos inviernos, soy capaz de afirmar que he descubierto cuál es el aroma que embriaga cada rincón de este pequeño pueblo italiano. Este pueblo huele a sueño.
No a un sueño cualquiera. Huele a sueño denso, de los que pueden cortarse con un cuchillo afilado por el hombre de la motocicleta. Huele a sueños que uno no sabría precisar si en algún momento fueron realidades o tan solo deseos. Huele a siesta de 3 horas con despertar confuso incluido.
Esas pequeñas y transparentes partículas narcóticas que invaden el ambiente, como un ritual, hacen estornudar al recién llegado más de cien veces seguidas. Y es que se necesita de un periodo de adaptación al ambiente onírico que reina en sus calles, que es directamente proporcional al grado de estrés y realidad que uno padezca en su vida cotidiana.
Aquí no hay prisa para nada porque a modo de regalo de bienvenida, las horas deciden por si solas multiplicarse por cuatro. El tiempo deja de ser un verdugo para convertirse en uno más que juega a las cartas. El repicar de las campanas de la iglesia, el arrullo de las palomas e incluso el griterío de las vecinas son el hilo musical imprescindible que transporta a la parte más profunda e inconsciente de uno mismo. Es un mundo en el que la vida huele siempre a pasta al forno y a cebolla dorándose al fuego. Es un mundo en el que, mientras el aroma a limoncello te embriaga, los deseos se fragmentan y se transforman en futuros proyectos reales.
En este pueblo, las brujas se comen las manos de los niños en castillos inventados. Y los espíritus conviven en armonía con las estampas del padre Pio y del irascible Santo Antonio, capaz de derrumbar el pueblo entero de un terremoto si se le interrumpe el reposo dentro de la capilla de Santa Maria della Croce.
Los peces del rio de este pueblo tienen más de dos cabezas, y a la mayoría de las mujeres enlutadas les faltan más de dos dientes.
Éste es el mundo que se vive en este pequeño y meridional pueblo italiano situado en lo alto de una montaña amarilla cuyo nombre es Polla. Nombre -para mí como española- curioso y chocante donde los haya, que proviene de Insteia Pollae, la consentida e imagino que insomne hija de un cónsul Romano, que allá por el siglo IV a. C. se hizo regalar una montaña amarilla que olía a sueño, con el único propósito de pasar durmiendo en ella sus veranos.

lunes, 3 de agosto de 2009

Tiempo


Tiempo. Tiempo para contemplar con asombro el movimiento del dedo pequeño de mi pie derecho y su relación armoniosa con el resto de falanges, conscientes todas ellas de su lugar en el mundo, conscientes, cada una en su simpleza, de la gran complejidad del conjunto del que forman parte. Cinco son porque cinco debían ser. Tiempo para rebuscar por dentro mi esencia, para encontrarla y volverla a esconder y volverla a mostrar. Tiempo para seguir planteando preguntas para las que me tendré que inventar las respuestas. Tiempo para contarme todos y cada uno de los lunares que adornan mi cuerpo, 64 en el brazo derecho. Tiempo para leer todo lo que está escrito y tiempo para escribir todo lo que quede por escribir. Tiempo para perder la noción del tiempo. Tiempo para olvidar lo que merezca ser olvidado y para grabar en piedra lo inolvidable. Tiempo para regalar incluso a quien no se lo merezca y tiempo para compartir con quién sí lo haga. Tiempo para asumir el paso del tiempo. Tiempo como para echarle de comer a los cochinos. Tiempo. Tiempo. Tiempo.

viernes, 10 de julio de 2009

Consulta sexológica


Esto tenía que compartirlo. Estoy ayudando a mi hermana a montar su página web del gabinete que se ha montado hace poco de psicología, y llevo un par de días empapándome de páginas web de la materia. En una de ellas, he encontrado este material que no tiene desperdicio. Yo por lo menos me he reído a carcajada limpia. Se trata de una sección donde la gente plantea cuestiones a una sexóloga. Este es el caso:


El asunto es el siguiente y le pido que me perdone pues no se por donde empezar. Hace dos años conocí a una mujer, y ese mismo día me acosté con ella, era la primera vez para mi y lo que me hizo me enloqueció. Al descalzarme me empezó a lamer las plantas y los dedos de los pies sudados y llenos de olor, a mi me excitó mucho porque ella me dijo que el que le sudasen u oliesen los pies a un hombre le encantaba porque lo encontraba muy varonil y macho. Desde entonces nos pusimos a vivir juntos y hacemos el amor locamente porque ella dice que a nadie le huelen los pies como a mi.Yo trabajo en hostelería y ando todo el día de un lado para otro y llego a casa a las tres de la madrugada, ella me espera despierta para lamerme los pies, a mi me relaja y me satisface muchísimo, sexualmente nos entendemos muy bien y yo procuro cuidar de sus gustos, utilizando calzado cerrado y calcetines de nailon para que me suden bien los pies.Aunque parezca increíble yo era un hombre feliz hasta que vino a vivir a mi casa un pariente que necesita abrirse camino en la capital. Una noche en la cama me dijo de forma brusca que si mi pariente no me había contado nada. Yo le dije que no pero me mosquee y a la mañana siguiente me fui hacia él y le pregunte que tenía con mi mujer.El me contesto que nada, pero me contó que una tarde que estaba echado la siesta, ella entró en su habitación y la sorprendió oliendo sus calcetines sudados, y se ofreció a lamerle los pies a él también. El que es un gilipollas o un listo y al que le sudan y huelen los pies tremendamente, se dejó lamer los pies, me dijo que solo habían hecho eso, pero yo lo estoy viviendo como una traición.Creo que se me ha convertido en una obsesión y que si hubieran pegado un polvo solo, no me hubiera dolido tanto. Ella dice que es una bobada y que no tiene importancia pero a mi me comen los celos y pienso que si se vuelve a encontrar a otro que huela peor que yo se irá con él. Lo cierto es que ahora sé que no puedo vivir sin ella.


Jorge.- Tarragona.


-El olor sexual forma parte de los códigos de comunicación de toda la Naturaleza, de él se valen animales y plantas para atraer a sus compañeros sexuales. Este olor esta compuesto de bisulfito de metilo y aceites esenciales y es exudado por unas glándulas que, en los seres humanos se encuentran en la boca, los genitales, las manos y los pies. Desgraciadamente los “civilizados” hemos ido perdiendo la capacidad de reaccionar ante estas hormonas llamadas feromonas; pero algunas personas, como tú compañera, todavía conservan esta propiedad. No me extraña que te sintieras tan dolorido por lo que ella hizo ya que lo has vivido como una traición, pero no te lo tomes tan a la tremenda, un pequeño desliz lo tiene cualquiera y estoy segura que si ella está contigo no es solo por tu olor sino por muchas otras cosas que seguramente os unen. Perdonar y olvidar son las palabras más importantes dentro de una buena relación de pareja.


¿Verdad o mentira? Da igual, me ha hecho reír un buen rato, que es lo principal. Y es que lo de que el tipo procura darle gusto a su mujer poniéndose calcetines de nailon para ir a trabajar, es brutal, jajajajaja.

jueves, 9 de julio de 2009

Escribir empezando por el final



Ayer me compré el libro de Enrique Páez “Escribir: manual de técnicas narrativas”.
Qué maravilla de libro. El caso es que llegué al capítulo en el que se recomienda escribir empezando por el final, es decir, sabiendo ya de antemano cómo va a terminar la historia que se pretende contar. Es un tema que ya se había tocado en clase, básico y fundamental dentro de las técnicas narrativas, utilizado por Poe y por la gran mayoría de grandes cuentistas.
Por más que estoy segura de que es una técnica muy útil, me temo que no para mí.
Soy incapaz de saber cómo va a terminar una historia nada más empezarla. Aunque lo intentara, no podría. Porque yo cuando disfruto realmente es escribiendo sin saber qué va a pasar. Hay días en que escribo del tirón, me siento y vomito una historia, las palabras llegan casi solas y no necesito apenas pensar, suelen ser además los relatos que más me gustan. Por desgracia no siempre me pasa así, pero lo que sí que no me pasa nunca es que sepa ya el final de antemano. Me gusta que la historia se vaya escribiendo a si misma, que los personajes vayan cambiando, las situaciones también, y una cosa lleve a la otra. Muchas veces encuentro que he terminado el relato sin darme ni cuenta. Otras veces, cuando el conflicto es muy raro, o la historia tan extraña que no tiene una solución natural, y me atranco, disfruto muchísimo también pensando en qué solución darle, comentando con la gente, buscando ideas. Es como una adivinanza que me propongo a mí misma, y durante varios días, pienso y repienso, a ver cómo lo puedo terminar de una forma medianamente decente. Ese placer no lo tendría, si ya de antemano supiera qué fin darle a la historia.
Así que nada, éste es uno de los pocos consejos que no he aprovechado, ni del curso de escritura, ni del maravilloso libro de Enrique Páez, que si no tenéis os recomiendo. Supongo que cada cual debe encontrar su propia manera de escribir, y lo que sirve a unos, a otros no sirve de nada.
¿Qué opináis vosotros? ¿Cómo escribís? ¿Os sale del tirón? ¿Os lleva días? ¿Pensáis mucho antes de poneros a escribir? ¿Escribís ya sabiendo el final, o vais sobre la marcha como yo?

miércoles, 1 de julio de 2009

Hoy voy a matar al crítico


Soy una persona obstinada. De las que cuando quieren algo, nunca se rinden, hasta alcanzar el objetivo, o hasta cambiar de objetivo, una de dos. Da igual lo negro que se ponga el horizonte. Yo persevero en una cosa u otra. Desde hace poco, me he propuesto escribir algo cada día, sin que pase uno.
Y aquí estoy, escribiendo con más empeño que acierto, cuatro historias a la vez. Cuatro historias en paralelo. Me aburro de una y sigo con otra. Dos párrafos más tarde, el crítico que llevo dentro, que se ha levantado hoy de muy mala leche, lee lo escrito, y me obliga a cambiar de nuevo, casi con rabia, a ver si en otra historia estoy más fina. 5 minutos más tarde, vuelvo a cambiar. Con tanta rotación, vuelvo a la historia con la que empecé. Pero si no estaba tan mal, si es amena, no aburre, la idea es hasta original. Venga, sigue. Y sigo. Dos párrafos más tarde, vuelvo a leerlo todo. Vaya porquería. Venga, cambia de historia. ¡No! ¡De narrador! Y cambio, y borro la mitad de lo escrito antes, y sigo escribiendo basura, y borrando basura, y cortando y pegando, y recomponiendo pedazos, y buscando palabras que signifiquen algo, y desordenando para después volver a ordenar. Y cambiando de historia. Y siguiendo los dictados de este maldito tirano que es el crítico que llevo dentro.
Así que hoy, por más que me obstine, me temo que nada de lo que escriba merecerá la pena.
¿Acaso lo merece alguna vez? Me pregunta el desgraciado, sonriéndose con sarcasmo.

viernes, 26 de junio de 2009

Presentación

Alguien me calificó un día como una persona hermética. Incapaz de mostrarse, de abrirse a otras personas, impenetrable. Una persona que no muestra ningún rasgo de su pensamiento o de sus sentimientos que permita entenderla. Efectivamente, la persona que me calificó de esa manera, no me conocía. Y es que me temo que no hay nadie más exhibicionista en este mundo que alguien que pretende ser escritor. Y yo lo intento.
No es hermetismo. Es tan simple como que prefiero escuchar a hablar. También prefiero mi mundo interior al exterior. Suelo pasar horas imaginando, soñando, viviendo en un mundo paralelo que normalmente me interesa más que el real.
Pero no tengo miedo a mostrarme. Ni a vivir la vida con intensidad. De hecho, el tiempo que paso en la tierra es así como la vivo, con intensidad. Por mucho que a veces me duela.
Así que hoy he decidido abrir este blog para mostrarme. Para decir lo que me gusta y lo que no. Para exponer mis reflexiones, mis ideas, mis anécdotas. Por si se diera el caso de que a alguien le interesara verme al desnudo. Pero que nadie se emocione, que en este blog no tengo previsto uitarme la ropa, tan solo la vergüenza.
Ya me iréis conociendo.