miércoles, 31 de agosto de 2011

Un adiós a la francesa


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A)


N. lleva algo menos de un año saliendo con X. Se llaman y se ven a diario. Los fines de semana los pasan juntos, en casa de N. o en casa de X.
N. se siente cómoda con X. No es un amor de fuegos artificiales. Ni de mariposas, ni de extremos. Es un amor de domingo y de sofá. De pijama y calcetines gordos, de pipas. Un amor equilibrado, sin sobresaltos, sin altibajos, sin subidas, sin bajadas, sin vuelcos de estómago. Un amor amortiguado que ofrece continuidad, estabilidad, seguridad, permanencia, paz.
Mientras N. se fuma un cigarro, me explica que ella no busca intensidad en las relaciones. No a estas alturas del partido.
A mí me sorprende tan poca pasión en una pareja tan reciente.

B)

Un buen día, o más bien malo, N. llama a X. y él no le responde.
Dos horas más tarde vuelve a probar con igual resultado. Insiste y le deja un mensaje en el buzón. Un mensaje al que X. no responde.
Esa noche N. no pega ojo. Da mil vueltas en la cama planteándose diferentes escenarios, a cual peor. A primera hora de la mañana le vuelve a llamar. Varias veces. Varios mensajes. Nada. Le escribe un email: sólo dime si estás bien, le implora.
A las pocas horas le consta que está bien gracias a una red social. Me gusta, dice X. a una foto de un perrito.
N. no entiende el comportamiento de X. Puede aceptar y entender y asumir y acatar cualquier decisión, pero quiere, merece, necesita, exige una explicación, un cierre, una despedida, un funeral, un entierro, un duelo.
No soporta la incertidumbre.

C)

A partir de ese momento los errores de N. se suceden y multiplican. Vuelve a llamar mil veces más. En los largos mensajes que le deja en su buzón se rebaja, se humilla. Su tono de voz es a veces implorante, a veces agresivo. Le insulta, le monta escenas telefónicas que está segura él no escuchará. Llora. Maldice. Le espía. Espera horas camuflada en las esquinas. Sufre vuelcos de estómago cada vez que lo ve. Taquicardias, subidas, bajadas. Creo que hay una tercera persona, me dice entrecerrando un ojo. Deja de comer. No habla de otra cosa que de X. Le insulta hasta no poder más. Después dice que le quiere, que le desea, que se muere por él, que nunca había sentido algo igual.
A mí me sorprende tanta pasión a estas alturas del partido.
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