martes, 16 de noviembre de 2010

La cara como espejo del alma

Me parecía un tipo raro. Faltaba casi siempre a las clases, y cuando asistía, jamás participaba. Nunca daba su opinión, nunca hablaba con nadie. Se limitaba a observar. Te observaba fijamente, de una manera que llegaba a incomodarte.
Se acabó el curso y organizamos una cena. Nadie contaba con que él asistiera, pero asistió. Y además se sentó a mi derecha. Iniciamos una conversación, en principio bastante forzada, pero poco a poco se fue distendiendo.
—¿Te vas a matricular el año que viene?—pregunté yo.
—No, qué va. Voy probando cosas. Cada año empiezo algo nuevo. El año pasado me dio por la morfopsicologia.
—¿Ah, sí?
—¿Sabes lo que es?
—Pues por el nombre me lo imagino, pero no sabía que se estudiara.
—Sí, hice un master en la Pompeu, y me vino super bien. Es que soy abogado. Miro a las caras y sé al instante a quién tengo delante. Muy práctico.
—¿En serio?
—Totalmente. Ya el primer día de clase os cliché a todos.
—Ya, claro…
—Te lo juro. Mira, fulanita por ejemplo. Su boca domina toda su cara, está hecha para comunicar. Es además una persona muy sensible, lo vemos en sus cejas arqueadas hacia abajo. A Zutanita le pasa justo lo contrario, mira qué boca tan fina tiene, sus labios son una ralla y hacia abajo, pesimista y poco comunicativa. Y a Menganita por ejemplo, supe al instante que le iba mucho el sexo.
—Estás flipando, jajaja
—Va en serio, fíjate en su mandíbula, esa mandíbula lo dice claramente.
—Pues eso no podemos demostrarlo ¿no?
—Hace un rato ha dicho que se ha apuntado a un curso de relato erótico.
—¿Y qué?
—Pues que nadie escribe relatos eróticos a no ser que le interese el sexo, ¿no?
—Buff, no sé, no tengo datos, no conozco a nadie que escriba relatos eróticos.
—Pues yo a menganita la cliché en seguida. Le va, créeme, le va el tema.
Así pasó a detallarme la personalidad de todos los asistentes: el frío y calculador además de tacaño, la impulsiva y celosa, la negativa e insegura, etc, etc. Yo no acababa de creerme nada, y me sentía además como si estuviera invadiendo la intimidad de mis compañeros.
—Bueno, pues ahora me toca a mí, ¿no? ¿Cómo soy? Defíneme sólo por mi cara.
—Qué va.
—¿Tan malo es? No te cortes, si me da igual, no me lo creo mucho.
—No es ni malo ni bueno, es tu personalidad. Y si no te lo crees aun te lo digo menos.
—Vengaaaaa, andaaaaa, dímelo, que me lo creo, que me lo creo.
—No, no, paso…
—jooooo y ahora me dejas así, con la intriga?
—Pero si tu ya sabes como eres… ¿qué más te da que yo también lo sepa?
—Pues es que no creo que lo sepas, es más, estoy segura de que no tienes ni puñetera idea, jajajaa
—Vale, pues entonces ya está, no tengo ni idea…
—Dímelo, anda.
—No insistas, no te lo voy a decir.

Cambiamos de tema. Llegaron los postres, y los cafés. Me fui al lavabo. Al volver, ya no estaba, pero sí había cachondeo general.
—Tu reciente amigo se ha marchado, pero te ha dejado una notita en una servilleta, uyuyuyuyuyu…
Abrí la servilleta y me quedé flipada. Contenía las tres características de mi personalidad que mejor me definían.