viernes, 16 de julio de 2010

Ebook

El otro día un compañero de trabajo me soltó, así, tan fresco, que él estaba seguro de que los libros de papel, con su portada y su tinta y sus hojas, tenían los días contados. Que desaparecerían. Que el ebook se impondría a la fuerza, que era el proceso natural, que nuestros hijos, bueno, sus hijos, se tomarían con la mayor naturalidad del mundo el hecho de leer los libros en una pantalla, y que los hijos de sus hijos, es decir sus nietos, encontrarían incluso algo de cómico en aquellos libros heredados de sus abuelos que tanto pesaban y tanto espacio ocupaban, y tan incómodos eran.
Que conste que no me cuento entre esa clase de personas que se resisten al progreso y dice que no a las innovaciones tecnológicas. No fui de aquellos que tardaron años en comprarse un móvil y mis padres nos compraron un ordenador de los primeros que salieron. Me gustan los cambios si son para mejor. Pero he de reconocer que con los libros me pierdo. La simple idea de que los libros de papel puedan desaparecer me hace poner los pelos como escarpias, me horroriza, me disgusta profundamente. ¿Cómo sustituir el acariciar el lomo de un libro, el tenerlo entre las manos, hojearlo, saborear ya de antemano las promesas que encierra? Es un vínculo absolutamente sensorial.
Imposible que desaparezcan, dije yo. Totalmente imposible. Te concedo que convivan, como la tele y la radio, pero es imposible que desaparezcan. Debatimos durante media hora larga. Me dijo que lo mío con los libros era puro fetichismo (cosa que no me atrevo a negar), que esa pasión era minoritaria, cosa de cuatro chalados, concretó, porque a la gran mayoría no le importa el formato de lectura, sobre todo si se consigue una pantalla realmente cómoda, que no canse a la vista. Los avances se imponen y hay que aceptarlos. ¿O es que acaso no te pasas tú tus buenos ratos leyendo blogs?, me dijo. ¿No es esa una nueva forma de lectura? Y ahí le di la razón, y pensé que igual debía disimular un poco mejor en el trabajo.

Piénsalo, me dijo, puedes tener en una pantalla todos los libros del mundo. ¿Para qué talar árboles, para qué gastar en impresión? ¿Para qué desperdiciar una habitación de tu casa sólo para acumularlos, para que se llenen de polvo?
Cómo hacerle entender que mi habitación de los libros es mi favorita, que es imposible hacer anotaciones en una pantalla, que todos mis libros me recuerdan momentos de mi vida…
Es difícil argumentar algo cuando los únicos argumentos que se tienen son de carácter sentimental, ninguno objetivo. Me dio qué pensar. Y al salir del trabajo me fui directa a la casa del libro a proveerme con más ganas que nunca. ¿Qué pensáis vosotros? ¿Morirán los libros de papel?