Su mundo eran las nubes y se alimentaba de sueños. Etérea como el aire, los pájaros que habitaban en su cabeza la sujetaban con sus preciosas alas de colores e impedían su caída.
“Pon los pies en la tierra, ya tienes edad” solía escuchar.
Pero ella intuía que en el suelo se perdía la capacidad de imaginar. Intuía que una vez en la tierra, todo se volvería demasiado definitivo, sus sueños se diluirían hasta convertirse en grises y monótonas realidades.
“Nunca pondré los pies en la tierra” sentenció. “Seguiré en mis nubes, imaginando mundos de colores y durmiendo en lechos fabricados con algodón de azúcar”.
Poco podía imaginar entonces que acabaría enamorada de un árbol grande y hermoso. Un árbol seguro, bien plantado, de grandes raíces y enorme corazón.
Ella intentó llevárselo al terreno de los sueños, pero sus enormes raíces se lo impidieron.
Él intentó que ella pusiera los pies en la tierra, pero sus pájaros se negaron.
Y entonces lloraron juntos por la impotencia de no poder mostrarse el uno al otro lo que cada uno consideraba la mejor manera de vivir.
Un día, desesperada, buscó una escopeta y con lágrimas en los ojos expulsó de su cabeza a todos y cada uno de sus hermosos pájaros, precipitándose acto seguido y con violencia al vacío.
Cerró los ojos y esperó el golpe que la asentaría en un suelo duro y terrible.
Sin embargo, las ramas de su árbol amortiguaron la caída y sus hojas la acunaron hasta depositarla suavemente en una tierra fértil y afrutada. Cambió el algodón de azúcar por flores de manzanilla, y las nubes por césped recién cortado.
Y sonrió y gritó de alegría, cuando al mirar al cielo comprobó que sus pájaros seguían vivos, tan vivos como siempre pero ocupados ahora en proyectos nuevos y además reales.
Y entonces se abrazó a su árbol y descalza se revolcó en la tierra. Y decidió que a aquel cambio le llamaría madurar.
“Pon los pies en la tierra, ya tienes edad” solía escuchar.
Pero ella intuía que en el suelo se perdía la capacidad de imaginar. Intuía que una vez en la tierra, todo se volvería demasiado definitivo, sus sueños se diluirían hasta convertirse en grises y monótonas realidades.
“Nunca pondré los pies en la tierra” sentenció. “Seguiré en mis nubes, imaginando mundos de colores y durmiendo en lechos fabricados con algodón de azúcar”.
Poco podía imaginar entonces que acabaría enamorada de un árbol grande y hermoso. Un árbol seguro, bien plantado, de grandes raíces y enorme corazón.
Ella intentó llevárselo al terreno de los sueños, pero sus enormes raíces se lo impidieron.
Él intentó que ella pusiera los pies en la tierra, pero sus pájaros se negaron.
Y entonces lloraron juntos por la impotencia de no poder mostrarse el uno al otro lo que cada uno consideraba la mejor manera de vivir.
Un día, desesperada, buscó una escopeta y con lágrimas en los ojos expulsó de su cabeza a todos y cada uno de sus hermosos pájaros, precipitándose acto seguido y con violencia al vacío.
Cerró los ojos y esperó el golpe que la asentaría en un suelo duro y terrible.
Sin embargo, las ramas de su árbol amortiguaron la caída y sus hojas la acunaron hasta depositarla suavemente en una tierra fértil y afrutada. Cambió el algodón de azúcar por flores de manzanilla, y las nubes por césped recién cortado.
Y sonrió y gritó de alegría, cuando al mirar al cielo comprobó que sus pájaros seguían vivos, tan vivos como siempre pero ocupados ahora en proyectos nuevos y además reales.
Y entonces se abrazó a su árbol y descalza se revolcó en la tierra. Y decidió que a aquel cambio le llamaría madurar.
7 comentarios:
Precioso cuento. Enhorabuena.
Hola Sonia,
Tu vena metafórica sale en este relato, tan bien contado como siempre, con la frescura y la naturalidad que imprimes a todos tus escritos. Qué suerte tener un árbol grande y atento cerca para evitar la caida. Asi sí se puede seguir teniendo los pájaros en la cabeza.
Como siempre es un gustazo leerte.
Besos con pájaras
Beun relato, madurar... Gran tema complejo para algunos como io...
La forma de escribir sigue siendo bajo el arbol igual de fluida, eso quiere decir que los pajaros realmente anidaron en el ramal.
Saludos.
Muchas gracias chicos, me alegro que os gustara. Un beso.
Una clara metáfora muy directa, un relato corto y redondo con un final que hace pensar.
Me ha entrado bien.
Saludos.
hola está chevere el relato!
Te encontré por el cuento atras!
que no entiendo si ya publicaron o no?
bueno tienes mucha imaginacion
y eso se agradece.
un abrazo.
este es un bloJ que escribo con un amigo, te lo dejo =D
http://achoteadasaprendi.blogspot.com
reii.
Hola Joan, me alegro de que te gustara.
reii, me alegro de verte por aquí, bienvenido! EL libro cuento atrás saldrá a la venta en noviembre. Me apunto tu blog y te seguiré de cerca.
Un saludo.
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