jueves, 3 de febrero de 2011

Píxel

A veces me siento como un pequeño píxel dentro de la inmensa pantalla de la vida. Un píxel que forma parte de algo, de una proyección que tal vez tiene sentido en su globalidad, observada desde fuera y con una perspectiva que soy incapaz de comprender. Yo, un píxel pequeño y miserable, miro a mi entorno y brillo como todos los píxeles cuando toca brillar. Me coloreo como todos los píxeles cuando llega el momento. Me oscurezco como todos los píxeles cuando es necesario. Y no vale la pena cuestionarse ni el por qué ni quién lo ha decidido, ni con qué fin, ni si existe realmente un fin. O mejor, sí vale, pero es inútil. ¿Qué sucede cuando un píxel se apaga definitivamente? Nada, no cambia nada. Tal vez sí afecte a sus píxeles colindantes, pero en modo alguno a la globalidad. Y tal vez nada cambia porque todo es casual. Tal vez nada tiene sentido ni siquiera en su globalidad, tal vez ni siquiera existe ese algo capaz de comprender el todo, tal vez, y lo más jodido del caso es que es lo que realmente sospecho, tal vez es que no hay nada que comprender. Destino, casualidad, causalidad, vida y muerte. ¿Libertad?

Hoy me siento como un pequeño píxel dentro de una pantalla gigante.